Influenciados para influenciar | Artículo de fondo | Por Branndon Blanco
El
estreno de la nueva película de Steven Spielberg, West Side Story, puede hacernos creer que este y los demás integrante de la camada de directores emergidos
durante la década de los 70, y que le dieron respiración de boca a boca a la industria
cinematográfica de Estados Unidos, son inmortales. No tan solo en lo que
respecta a su legado, sino también por su edad, pues con 74 años, Spielberg parece
ser de aquellos que nunca se jubilan y como el español Bigas Luna (Jamón, jamón,
1992) rodarán hasta el día de su muerte.
Scorsese espera estrenar su siguiente cinta, Killers of the Flower Moon, en el 2022, y aún con 79 años ya se plantea iniciar la preproducción de la siguiente. Woody Allen continúa sumando a su filmografía en los últimos años, estrenando durante el 2020 Rifkin’s Festival a sus 85 años. Mismo caso el del el igual polémico Roman Polanski, quien inclusive ganó el Gran Premio del Jurado del Festival Internacional de Cine de Venecia del 2019 con El Oficial y El Espía, con todo y sus ahora 88 años.
El caldo
de cultivo del Nuevo Hollywood no se detiene y continua presente en las
pantallas de los cines y nuestras casas, sigue siendo analizado y estudiado,
pero lo más importante, permanecerá influenciando a jóvenes cineastas. Esto es
parte de la condición natural del arte; el pasar de los años no deja morir el
legado de quienes han revolucionado el lenguaje, en este caso cinematográfico,
y es que como afirma Peter Sloterdijk, con respecto a que el lenguaje es la
casa del hombre y lo que lo domestica, estos cineastas han logrado revolucionar
el lenguaje y por eso han destacado sobre otros.
Particularmente, Quentin Tarantino y Paul Thomas Anderson se han declarado seguidores del trabajo de Scorsese, de igual forma se puede encontrar ese hilarante humor y personajes excéntricos característicos de Allen en el cine del surcoreano Hong Sang-soo. La última película de Edgar Wright, Last Night In Soho (2021), es heredera total de el terror de lo cotidiano presentado en películas como Rosemary´s Baby (1968), de Polanski. Además, no podemos dejar pasar que quien comenzó con el fenómeno denominado como blockbuster, comenzó con Tiburón (1975) del llamado Rey Midas de Hollywood, Spielberg.
Estos y otros cineastas del renacer de Hollywood como Francis Ford Coppola (El Padrino, 1972), Brian de Palma (Scarface, 1983) o George A. Romero (La Noche de los Muertos Vivientes, 1968), también fueron influenciados por grandes realizadores y movimientos cinematográficos transgresores que refrescaron no tan solo el tipo de películas que se podía encontrar, sino la forma de hacerlas. Estos bebieron principalmente de la Nouvelle vague francesa y el Neorrealismo italiano.
En el
caso del Neorrealismo italiano, un cine nacido a partir de los estragos de la
ocupación nazi en Italia, directores como Luchino Visconti (Bellissima,
1951), Vittorio De Sica (Ladri di
biciclette, 1958), Roberto Rossellini (Roma, città
aperta, 1945), Giuseppe De Santis (Riso amaro, 1949) y un joven Federico Fellini (La strada,
1954) demostraron que para hacer una película no se necesitaba de grandes
equipos de producción, di de actores profesionales para contar una historia.
Por
otro lado, la Nueva Ola francesa demostró que una película puede rodarse sin un
guión y mediante la improvisación. La genialidad de realizadores como Jean-Luc
Godard (À bout de soufflé, 1960), François
Truffaut (Les quatre cents coups, 1959), Agnès Varda (Cléo de 5
à 7, 1962) o Claude Chabrol (Le beau Serge, 1959) demostró
al mundo que se podía grabar si un guión.
Otra de las características principales de muchos de los realizadores de esta vanguardia cinematográfica fue que el gran conocimiento teórico sobre arte, mismo que exponían en sus publicaciones en la mítica revista de crítica cine Cahiers du cinéma. Además, la forma de contar las historias fue altamente experimental y disruptivo. Bien lo dijo Godard: “Una película ha de tener un planteamiento, un nudo y un desenlace, pero no necesariamente en este orden”.
Esta
camada de directores franceses también fue influida por grandes cineastas, como
Alfred Hitchcock, Howard Hawks o Nicholas Ray, este último era alabado por
Godard, quien una vez escribió: “el cine es Nicholas Ray”. Estos cineastas
fueron también la base para crear la famosa teoría del autor, que
propone que quién filma es aquel que también puede escribir y producir, lo que
propicia que el director se convierta en la máxima figura de una cinta.
Para aquella época, Hollywood se encontraba en una de sus épocas más gloriosas, sin embargo, el puesto del director, así como el del guionista, era quizá los más menospreciados, siendo el productor la figura máxima, la representación de las estudios y ejecutivos. Pero gracias los directores mencionados, esta hegemonía fue llegando a su fin.
Lo mencionado con respecto a la autoría de las cintas, los millonarios presupuestos gastados y el descontento social que generaron guerras como las que comenzaron en la década de los 50 (Corea y Vietnam) fueron mermando en el interés de historias y personajes que cada vez eran más alejadas de la realidad.
El cine es el arte del escapismo por definición, sin embargo, el únicamente otorgar sensaciones positivas fue notorio y el cine fue cada vez más un lugar no tan visitado. No había representaciones de la realidad, ni del sexo ni de la violencia. No fue hasta el estreno de cintas como Bonnie & Clyde (Arthur Penn, 1967) o Easy Rider (Dennis Hopper, 1969) que las cosas comenzaron a cambiar.
Las películas
de Scorsese y Woody Allen continuarán influenciando a las generaciones que vienen,
es inevitable que se encuentre con obras tan grandes e icónicas como Mean
Streets (1973) o Manhattan (1979). Un caso bastante reciente es el
del standupero mexicano Roberto Andrade, quien este año estrenó Ok, Está Bien…,
cinta que homenajea principalmente a Allen. El cine del pasado, el de Spielberg
y Bogdanovich, estará presente, a la vuelta de la esquina, en las carteleras,
en Netflix y en Cannes.
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