¿Qué ha sido del cine nacional? | Editorial | Por Branndon Blanco
De momento, Noche de Fuego, dirigida por la
salvadoreña, pero que se siente tan mexicana como cualquiera que sí haya nacido
aquí, está a un paso de entrar en la contienda oficial de las mejores películas
de habla no inglesa, o sea, tendrá la posibilidad de ganar un premio Oscar al mejor
Largometraje Internacional en la 94 edición de los Premios de la Academia de
Artes y Ciencias Cinematográficas de los Estados Unidos. La egresada de la
egresada del Centro de Capacitación Cinematográfica está a punto de escribir su
nombre entre el de grandes e históricos realizadores como Roberto Gavaldón (Macario,
1960), Ismael Rodríguez (Ánimas Trujano, 1961) y los llamados Tres
Amigos, Alejandro G. Iñárritu (Amores Perros (2000), y Biutiful,
2010), Guillermo del Toro (El Laberinto del Fauno, 2006) y Alfonso
Cuarón (Ganador de la categoría mencionada con Roma en el 2018).
La posibilidad de llegar a las nominaciones es quizá ya una victoria para el cine nacional, pues es un hecho que a nivel internacional el cine mexicano está posicionado como uno de los más propositivos. Ya sea en el rubro de documental o ficción, el mexicano contemporáneo se ha destacado por retratar todo tipo de situaciones: desde el calvario que una madre afronta al saber que su hijo está en calidad de desaparecido en su intento de migrar a Estados Unidos en Sin Huellas Particulares (Valadez, 2020), hasta una extraña mezcla entre ficción y documental que aborda la preparación en la academia y el día a día de una pareja de policías en Una Película de Policías (Ruizapalacios, 2021).
Realizadores como Ernesto Contreras (Sueño en otro idioma, 2017), Natalia Beristáin (Los Adioses, 2017), Fernando Frías de la Parra (Ya no estoy aquí, 2019), Julio Hernández-Cordón (Cómprame un revólver, 2018), Michel Franco (Después de Lucía, 2012) o Issa López (Vuelven, 2017) han demostrado con la calidad de sus largometrajes que el cine mexicano contemporáneo se encuentra un momento más que interesante. Además, si de reconocimiento internacional para quienes “hacen cine en casa” se habla, se ha triunfado en festivales de cine tan prestigiosos como en Cannes, tal es el caso de Amat Escalante con el premio a Mejor director en 2013, con una cinta que relata los días de una familia de escasos recursos que es atacada por el crimen organizado en el norte del país, que bien podría ser un documental, Heli.
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Amat Escalante, Cannes, 2013 |
Por su puesto que el cine nacional de calidad existe, sin
embargo, la distribución y exhibición es aquel punto del que durante décadas el
cine mexicano ha flaqueado. Tal parece que las más grandes urbes del país son las
únicas que tienen acceso al mejor cine mexicano, pues en ciudades como Villahermosa
es muy difícil, por no decir imposible, encontrar complejos cinematográficos en
los que proyecten el cine que se realiza en nuestro país. Este es un problema
que tiene como origen intenciones meramente económicas, pues el cine continúa
siendo uno de los medios de entretenimiento más accesibles, esto propicia que
los ejecutivos únicamente exhiban en provincias aquellas cintas que prevén que
generarán ingresos.
El hecho de que el cine mexicano no se vea es también un asunto de complicidad por parte de los públicos. Según Ernesto Contreras, el usuario común no se encuentra, y no lo hace porque cintas como Mirreyes vs Godínez (Cartas, 2019) o No Manches Frida (Velilla, 2016) muestran un México donde las clases privilegiadas son las protagonistas, por lo tanto, muchas de las acciones vistas en pantalla son increíbles por un espectador de clase media, esto propicia únicamente el rechazo natural y generalizado por el cine nacional.
Esto ha desencadenado que la única forma de contar historias sea
mediante la realización de documentales, y, en ese sentido, dicho ejercicio ha
rendido sus frutos. Hoy por hoy, cineastas como Everardo González (La
libertad del diablo, 2017), Maya Goded (Plaza de la Soledad, 2016), María
José Cuevas (Bellas de noche, 2016) Carlos Pérez Osorio (Las tres
muertes de Marisela Escobedo, 2020) y la mismísima Tatiana Huezo (Tempestad,
2016) han demostrado su valía y han sido reconocidos en múltiples festivales a
nivel nacional e internacional.
El buen cine mexicano está presente, quizá no en las salas de cine convencionales, debería, pero la situación es la que es. Afortunadamente, se puede encontrar más del cine hecho en nuestro país en plataformas como Netflix o Amazon Prime Video. De vez en cuando los circuitos de la Cineteca Nacional lograr llevar el mejor cine nacional a otras partes del país que no sea la Ciudad de México o Guadalajara, además, los festivales de Morelia, Los Cabos y Guanajuato son una gran oportunidad para adentrase en la aventura que proponen los realizadores de nuestro país. En países como Francia el porcentaje obligatorio de proyección de cine nacional asciende al 60%, mientras que en México para cumplir la obligatoriedad solo se necesita de un 15%. Está en nuestros ojos encontrarnos y llenar las salas, apoyar a los nuestros y disfrutar de lo mejor de nuestro país.
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